Mandalas
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- Categoría: Ocultismo
- Publicado el Viernes, 07 Junio 2013 19:09
- Escrito por Graciela Ramírez
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Magia y Ocultismo
Mandalas
Como símbolo es trasformador y mediador de la energía. Invita a una alianza y ayuda a conjuntar los fragmentos del mundo.
El hombre a través de las historia de la humanidad y en las distintas tradiciones se ha inclinado a vivir en lo sagrado o en la intimidad de los objetos consagrados.
Todo espacio sagrado implica una hierofanía, una irrupción de lo sagrado que tiene por efecto destacar un lugar del medio cósmico circundante y el de hacerlo cualitativamente diferente.
El mandala ordena el espacio sagrado, orienta, aviva el fuego; ayuda a construir un puente reproduciendo la creación, la obra de los dioses, para comprender realidades superiores que le posibiliten elevarse a esas regiones y lograr el conocimiento y su comunión con lo absoluto.
El mandala es “un círculo”, su diseño es complejo y a menudo contenido en un recinto cuadrado.
El mandala es una síntesis de la manifestación espacial, una imagen del mundo, al mismo tiempo que la representación y actualización de los poderes divinos; es también una imagen psicagógica, para conducir al alma de quien la contempla, a la iluminación.
Mandalas Hidúes
Podemos observar en el mandala, cinco grandes círculos concéntricos, que envuelven un loto de ocho pétalos, en el corazón del cual se dibuja un esquema de varios cuadrados encajados, abiertos en cada lado por cuatro puertas, cara a los cuatro puntos cardinales; en el interior, doce figuras de Buddha en meditación rodean otro cuadrado, en el cual se inscribe un círculo; de nuevo, en el corazón de este círculo, un loto de ocho pétalos, en cuyo centro se sienta la divinidad. En los intervalos se observan los símbolos de los rayos, del fuego, de las nubes; alrededor de los grandes círculos se destacan sobre un rondo de nubes y llamas las divinidades y animales tutelares o temibles.
Se presenta como un cuadrado subdividido en cuadrados más pequeños; los más simples son de cuatro o nueve casillas (dedicadas a Shiva y Pithivi); los más usados son de sesenta y cuatro, y ochenta y una casillas.
El (o los) cuadrado/s del centro es ocupado por Brahma (Brahmasthana); llevan la cámara matriz (Garbhagriha), la cella del templo; las ordenaciones concéntricas de cuadrados están relacionadas con ciclos solares y lunares.
En el mandala tántrico, que deriva del mismo simbolismo; vemos pintado o dibujado como soporte de meditación; trazado sobre el suelo para los ritos iniciáticos; y se observa esencialmente un cuadrado orientado con cuatro puertas, que contiene círculos y lotos, poblados de imágenes y símbolos divinos.
Las puertas exteriores están provistas de guardianes: su paso sucesivo corresponde a otras tantas etapas en la progresión espiritual, a grados iniciáticos, hasta que se alcance el centro; el estado indiferenciado del Buddha-chakravarti.
El mandala puede también interiorizarse, constituyéndose “en la caverna del corazón”.
En los Templos como el de Borobudur en Java (ver foto superior), se expresan con gran precisión lo que es la progresión hacia el interior del mandala.
Mandalas Orientales
En el budismo extremo oriental (shingon), vemos mandalas pintadas en forma de loto, cuyo centro y cada pétalo Ilevan la imagen de un Buddha o un Bodhisattva.
Hay en ellos sobre todo el doble mandala, cuyo centro está igualmente ocupado por Vairocana: el del mundo de diamante (Vajra- dhatu), no manifestado y el del mundo matriz (garbhadhlitu), universalmente manifestado, que aporta el fruto de la liberación.
El mandala es una imagen sintética y dinamógena a la vez, que representa y tiende a hacer superar las oposiciones de lo múltiple y lo uno, de lo descompuesto y lo integrado, de lo diferenciado y lo indiferenciado, de lo exterior y lo interior, de lo difuso y lo concentrado, de lo aparente visible y lo real invisible, de lo espacio-temporal y lo intemporal y extra-espacial.
Mandalas Tibetanas
En el ritual funciona como soporte de la divinidad de la que es el símbolo cósmico; proyección visible de un mundo divino en cuyo centro esta entronizada la divinidad elegida y “la palabra del maestro puede animarlo”.
El mandala, por la magia de los símbolos, es a la vez la imagen y el motor de la ascensión espiritual, que procede por una interiorización mas y mas activada de la vida y una concentración gradual de lo múltiple sobre lo uno: el yo integrado en el todo, el todo integrado en el yo.